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19/09/2018 La ética y el propósito social ya no son voluntarios


Etiquetas: Ética Empresarial
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Noticia

La sociedad es cada vez menos permisiva y valores como el compromiso social y la conducta ética ya son imprescindibles para ejercer como profesional o para ganar dinero como empresa

La falta de transparencia, las actitudes poco éticas o la insensibilidad con las necesidades del entorno son ya conductas que pueden salir muy caras. El "a ver si no me pillan" es cada vez más complicado de mantener. Y da igual si hablamos del contexto personal o del profesional -que se lo digan a la clase política estos días-. Por tanto, la voluntariedad de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) está desapareciendo, y empieza a ser una obligación. Más allá de la convulsión social, política o económica que genera la falta de valores, está la esperanza de una sociedad mejor en la que empresas, instituciones y personas sean éticas sin fisuras. Pero para que de verdad funcione hay que organizarse y distribuir los esfuerzos con propósitos sociales coherentes: ese es el reto de la RSC ahora.

Esto quiere decir que la ética ya no se presupone, hay que currársela, y que ser ético no es ya tampoco una opción para diferenciarse, ni como persona ni como empresa, porque no serlo simplemente ya no es una opción. Así que con ese paso avanzado, lo que de verdad distingue a la Responsabilidad Social Corporativa es el propósito social, del que ya hemos hablado en otros artículos pero que sigue siendo un gran desconocido.

 

Propósitos sociales coherentes y organizados

El propósito social, en el marco de la RSC empresarial, es esa necesidad del entorno cuya solución una empresa decide incluir en sus objetivos de negocio. Y definido como objetivo de negocio no debería invitarnos a pensar en acciones altruistas o desinteresadas, porque entonces ya no sería un propósito social coherente que sirva a la empresa para lo que tiene que servirle: vender más y mejor.

El primer criterio para tener un propósito social sólido que consiga ese objetivo estrella de cualquier empresa, es adoptar uno útil, esto es, que de verdad sea necesario en su entorno, ya sea para sus vecinos, para sus clientes, para su proceso productivo o para sus proveedores, por ejemplo. Así que cuanto más cercano sea y más relacionado esté con la actividad de la empresa, mejor. ¿La eficiencia energética? ¿El consumo saludable? ¿El comercio justo? ¿Reducir el abandono escolar? ¿Mejorar una formación profesional específica? ¿Luchar contra alguna enfermedad? ¿Impulsar la innovación en un sector concreto? ¿Reutilizar residuos? ¿Reducir el consumo de plásticos? Hay tantas opciones de propósito social como necesidades se puedan llegar a identificar en el entorno, se trata de pararse a mirar y a preguntar.

El segundo criterio para hacerlo funcionar es enfocarlo como lo hemos definido, como un objetivo más del negocio, con metas propias y planes de acción, y del que rendir cuentas periódicamente. Es como si la empresa pasara a tener dos productos o servicios: uno por el que le pagan, y otro con el que obtener resistencia mediante múltiples beneficios tangibles e intangibles: mejor reputación, más fidelidad del cliente, mejores precios de proveedores, ahorros en consumos, mayores facilidades administrativas, mayor atracción de talento…

Esos dos criterios le dan al propósito social la coherencia suficiente para impactar de forma positiva en la cuenta de resultados, y así sí que se expandirán como una oportunidad rentable para todas las empresas que quieran demostrar su ética y mucho más.

No podría pasar nada mejor, porque mientras la ética sólo la podemos exigir con mayor o menor contundencia, los propósitos sociales los podemos seleccionar y organizar. Como sociedad, la Responsabilidad Social Corporativa con propósito nos ayuda a distribuir el esfuerzo de las empresas entre todos los retos globales que compartimos, y unirlo de forma equilibrada al de las organizaciones no gubernamentales e instituciones públicas.

El Pacto Mundial

Esto mismo es lo que impulsa el Pacto Mundial de las Naciones Unidas o Global Compact, la red de organizaciones adheridas a la mayor iniciativa internacional para hacer de la Responsabilidad Social un agente de transformación y mejora global. Y están avanzando firme con una potente guía para orientar todos los esfuerzos: los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) aprobados por las Naciones Unidas en 2015.

Los 17 ODS tienen el horizonte a quince años y recogen los principales retos a los que se enfrenta la Humanidad en materia ambiental, social, económica y gobierno ético. Son una excelente fuente de inspiración para definir propósitos sociales muy coherentes, y sobre todo, para marcar prioridades, distribuir acciones e ir avanzando progresivamente y de forma equilibrada hacia la solución de esos 17 problemas mundiales de los que ninguno de nosotros somos ajenos.

Hace años que Pacto Mundial tomó conciencia de la necesidad de implicar al sector privado en esta revolución del paradigma de los negocios, muy especialmente a las pymes. Tienen el foco puesto en la sensibilización de empresas de cualquier tamaño, actividad o ubicación. El objetivo es llevar hasta la estrategia empresarial la Responsabilidad Social Corporativa con propósito social, ni más ni menos.

Ahora imaginen conmigo una sociedad en la que todos los autónomos, microempresas, cooperativas, empresas medianas, multinacionales y cualquier otra figura empresarial que exista, tengan un propósito social por el que trabajar que además les haga ser más rentables y más resistentes. Y después añadamos a esa receta instituciones y organizaciones éticas y personas muy comprometidas que exigen Responsabilidad Social Corporativa. Sería bonito que dejara de ser un sueño, ¿verdad? Como digo muchas veces, depende de nosotros más de lo que parece.

No mirar para otro lado, contagiar con el ejemplo, fijarnos más en las etiquetas de lo que compramos, abandonar la queja y pasar a la acción sería un buen comienzo para conseguir que la ética no vuelva nunca a presuponerse.

Lola Pelayo

Fuente: https://www.huelvainformacion.es

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