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13/11/2019 Lograr el trabajo decente y el pleno empleo sin dañar el medio ambiente


Etiquetas: Trabajo precario
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Las metas de este objetivo lo convierten en uno de los más ambiciosos. Lo es, además, porque propone un cambio radical en la forma de crecer: sin afectar al planeta

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 8 de la ONU es uno de los más complicados de conseguir. Por la enorme envergadura de sus metas –pleno empleo, trabajo decente e inclusivo, eliminar la brecha salarial entre hombres y mujeres y el trabajo infantil y el forzoso–, pero, sobre todo, por el cambio radical que propone para lograr el crecimiento económico sostenido. Ya no vale la forma tradicional de crecer sin límites que exprime los recursos del planeta. Ahora hay que hacerlo de manera sostenible.

Hay que cambiar mentalidades y reformular la tradición capitalista del beneficio y crecimiento continuos. El empujón inicial es para los países más avanzados: mejorar la producción y el consumo sin degradar la naturaleza. Los países en vías de desarrollo deben mantener un incremento de, al menos, el 7% en su PIB.

Las herramientas propuestas son subir la productividad (2,1% en 2018, la más alta desde 2010) con innovación y modernización tecnológica, favorecer la creación de microempresas y pymes y facilitar el acceso a la financiación.

Las cifras contra las que hay que luchar son de vértigo y esconden diversas realidades. La primera es la tasa de desempleo mundial: un 5% en 2018, 172 millones de personas. La segunda es que, aunque tengan trabajo, más de 700 millones viven en la pobreza extrema o moderada (menos de 3,20 dólares al día). Y la tercera, que 2.000 millones de personas (el 61% de la fuerza laboral mundial) tuvieron en 2016 un empleo informal, es decir, ilegal, recoge la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Pero hay más realidades que abordar. La brecha salarial es del 23%. Las mujeres representan el 63% de la población activa, frente al 94% de los hombres. Uno de cada cinco jóvenes no estudia ni trabaja (datos de la ONU). 172 millones de niños son víctimas del trabajo infantil y, al menos la mitad, hacen labores peligrosas (cifras de la OIT de 2018). Casi 25 millones de personas están sometidas a trabajos forzosos.

Una palabra, “déficit”, y una idea, “la reorientación en el crecimiento está por hacerse”, resumen la opinión de Joaquín Nieto, director de la oficina de la OIT en España. Nieto llama la atención sobre el acceso al trabajo de tres colectivos: los jóvenes (70 millones doblan la tasa general de paro), las mujeres (el 70% desearía tener un trabajo) y los mayores de 45 años (más tiempo desempleados).

 El director de la OIT asegura que hay que resolver la transición hacia la formalidad en los países que están creciendo y actuar contra los “nuevos nichos de informalidad” que han surgido en los países desarrollados, como “la economía de plataformas”. También en “las grandes cadenas de suministro”, exigiendo a las multinacionales contratar o subcontratar a empresas que paguen “un salario que permita al trabajador vivir decentemente”.

Asimismo, hay que reducir la precariedad (contratos a tiempo parcial involuntario y temporal no causal), aumentar la salud y seguridad en el trabajo (2,7 millones de muertes), subir la protección social (55% de países que no la tienen) y eliminar el trabajo forzoso.

En España hay también problemas. La experta en los ODS del equipo de incidencia política de Cáritas, Cristina Linaje, cree que nuestro país “está aún lejos de lograr este objetivo”. “La alta precariedad, las bajas remuneraciones y horas trabajadas” agravan el problema de los trabajadores pobres (un 14%, según el último informe de Foessa).

Linaje señala también la “inestabilidad laboral grave” que atraviesa el 15% de los hogares españoles. Esto afecta, sobre todo, a mujeres y jóvenes. La “desigualdad del mercado de trabajo” y la “baja calidad del empleo” son otros aspectos que denuncian desde Cáritas.

Para abordar el problema del trabajo infantil hay que adoptar la mirada de la infancia. Es lo que proponen desde la ONG Save the Children. Su director de cooperación internacional en España, David del Campo, opina que “hay que coger los ODS y aplicarles ese filtro previo.”

Ese filtro es la Convención Internacional de los Derechos del Niño (1989). La ONG diferencia entre la explotación laboral infantil (85 millones) y el trabajo infantil. Este último no es explotación, porque es la única forma de una familia para sobrevivir en algunos lugares. Solo piden que no pierda su escolarización.

Por eso, Del Campo explica que “apoyan el movimiento de niños trabajadores” que ha surgido. “Tienen derechos, como los adultos, no deben ser obra barata y obediente”, y llama la atención sobre su explotación en la nueva economía de componentes electrónicos, móviles o tabletas.

Eduardo Lobillo

Más información: https://cincodias.elpais.com

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